Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1889-1890 (Cortes de 1886 a 1890)
Sesión: 17 de junio de 1889
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Romero Robledo
Número y páginas del Diario de Sesiones: 3, 42-43
Tema: Interpelación del Sr. Romero Robledo acerca de las causas que han motivado la terminación de la anterior legislatura

Como presiento, Sres. Diputados, que me he de ver obligado a terciar muchas veces en este debate, me habréis de permitir que empiece reservándome en este primer momento, y que conteste en breves palabras al largo, prudentísimo y monárquico discurso del consecuentísimo Sr. Romero Robledo. (Risas. -Muy bien).

Es verdad que ciertas cosas, cuanto menos se hable es mejor. El país está bien enterado de todo lo ocurrido, para que pretenda hechos en vez de palabras. Bueno es que se haga S.S. la ilusión de que la opinión pública siente como siente S.S. y quiere como quiere S.S.; pero a fe a fe que en todos los trabajos preliminares que viene haciendo de algún tiempo a esta parte ¡qué de algún tiempo a esta parte! desde que huyó de la casa paterna, del partido conservador, demuestra todo lo contrario de lo que nos ha querido demostrar.

Su señoría ha empezado por manosear la prerrogativa Regia; S.S. ha continuado desacreditando el sistema parlamentario, suponiendo que aquí no se entra sino como quiere el Gobierno y por lo que quiere el Gobierno, que es el único que tiene las llaves de este edificio; S.S., después, ha tratado con desdén tal a la mayoría, que después de oírle, yo no sé qué queda en pie para S.S. en este país, y ha concluido por hacer una especie de imposición a la Corona. De manera que para S.S. no hay nada sagrado, no hay nada respetable, con tal que se oponga a los intereses personalísimos de S.S.

¡Con desdén a la mayoría! ¿Y por qué? La mayoría del partido liberal, ha dado a entender, no vale más que dentro de la urna, porque dentro de la urna todas las papeletas son iguales. No, Sr. Romero Roblado. Cada Diputado de la mayoría tiene la misma representación que S.S., y vale tanto como S.S.; y hay muchos respecto de los cuales no hay con S.S. más que una sola diferencia, y es, que S.S., por sus años o por su fortuna, ha llegado a ser Ministro, y estos individuos de la mayoría no; que cuando lleguen tendrán sobre las condiciones y cualidades que no tienen que envidiar a S.S., la cualidad de Ministro, y después la influencia que da el haber ejercido ese cargo. (Muy bien).

Sólo al Sr. Romero Robledo se le puede ocurrir tratar con ese desdén a la mayoría del partido liberal, que cuenta en su seno con 30 ex ministros, con casi todos los capitanes generales del ejército español, con los más distinguidos jurisconsultos, con los más ilustres literatos, con los publicistas más distinguidos y con las personalidades más salientes de nuestra nobleza por sus antiguos y gloriosos títulos. (Aprobación).

Pero ¿qué autoridad tiene S.S. para proceder de esta manera y tratar de este modo a la mayoría del partido liberal? ¿Pues no decía S.S. hace poco tiempo, con la misma despreocupación que hoy dice lo contrario, que el partido liberal no podía gobernar porque tenía mucho Estado Mayor; y ahora, porque en opinión de S.S. se han separado del partido liberal, que ya lo veremos, algunas personalidades muy importantes, ya dice que el partido liberal está muy debilitado y que no puede gobernar? ¡No puede gobernar porque se han separado del excesivo Estado Mayor que antes tenía, dos, tres o cuatro personalidades! Pues si esto fuera verdad, prepárese S.S. a no gobernar nunca, como no vuelva al partido conservador; porque siendo S.S. el único Estado Mayor de su partido, y no pudiendo gobernar el partido liberal con el Estado Mayor que le queda, mucho menos podrá gobernar S.S. (Risas).

De todos modos, podrá tener el partido liberal la desgracia de que se vayan de él algunas de esas ilustres personalidades; suponiendo que así sea, el partido liberal lo sentirá, y yo lo sentiré más que nadie; lo que dudo es que al separarse del partido liberal esas personalidades vayan a formar al lado de S.S.

Yo no he hecho ningún alarde con motivo de las votaciones que se han verificado aquí en los últimos días. Yo he cumplido con mi deber; se me combatía, y me he defendido. Naturalmente, he tenido mucho gusto en vencer; porque este es el a, b, c de los gobiernos representativos; pero ¿dónde están los alardes de triunfo que yo he hecho? ¡Si esperaba ese triunfo! Pues qué, ¿cree S.S. que yo no tenía contadas mis huestes? De manera que no me he encontrado con ninguna cosa que no hubiera esperado, como no sea con algunos desengaños; he visto con sentimiento la separación, siquiera sea momentánea, de algunos amigos queridos; sentimiento que se compensa con la esperanza que tengo de que volverán, porque a mi parecer, no tienen ninguna razón para haberse ido.

De todos modos, no hubiera tenido nada de particular que yo hubiera hecho algún alarde de triunfo; porque al fin y al cabo, en los comienzos de una quinta legislatura, después de los quebrantos naturales en las cuatro anteriores, después de la disgregación de importantes grupos de la mayoría, ha habido una votación mayor que en ninguna de las legislaturas anteriores, lo cual significa también el mayor de los triunfos que puede conseguir un Gobierno. Pero ¿sabe S.S. por qué ha obtenido ese triunfo? Pues por las resoluciones adoptadas en el interregno parlamentario, y sobre todo por el decreto de terminación de la legislatura, decreto que S.S. ha combatido tan inconvenientemente. [42]

Pero vamos por partes. Su señoría, que empezaba tratando con desdén a la mayoría, la ha juzgado con grandísima injusticia, examinando su conducta y su actitud en los finales de la legislatura anterior, sin más que considerar el acto de la abstención del que fue nuestro Presidente.

Y es que el ruido y el estruendo que produce la vanidad herida, hace desaparecer y que olviden los hechos que han pasado a presencia y a la vista de todo el mundo. Los hechos ocurridos son los que voy a tener la honra de recordar.

Todo el mundo presentía cierta labor subterránea que se preparaba así como en la sombra; y se hablaba de extrañas conferencias, de sigilosas visitas, de raras inteligencias entre elementos contrarios al Gobierno y alguno o algunas personalidades de la mayoría, de pactos secretos? (El Sr. Martos: Todos los supo S.S. por mí). Yo le diré a S.S. lo que supe, y hasta dónde lo supe por S.S., y lo que dejé de saber.

Se hablaba del llamamiento de algunos elementos de la mayoría a todos los apetitos contrarios a la situación; se hablaba, en fin, de conjura; no la inventó la opinión pública, que rara vez se equivoca en estas cosas. Esto, unido a ciertas dificultades que el Gobierno y la mayoría encontraban en la marcha regular y ordenada de los debates parlamentarios, a contrariedades que notaba hasta en sus deseos más legítimos, y al despego con que eran tratados algunos individuos de la mayoría y hasta algunos Ministros, con calificativos y advertencias de que yo no quiero hablar, porque me he propuesto, como en todos los debates me propongo, y en éste más que en ninguno, pecar por exceso de prudencia? (El Sr. Romero Robledo: ¡Ya se conoce! -Rumores). ¿Qué ya se conoce? ¿Pues qué quiere S.S. que haga? ¿Que no me defienda después de lo que ha pasado esta tarde? Esto, decía, unido a lo que he dicho antes, traía a la mayoría inquieta, recelosa, desconfiada; y yo debo declarar ¿por qué no he de decirlo? que traía inquieto, receloso y desconfiado al Gobierno de S. M.

En tal situación, ocurre el acto del entonces Presidente de la Cámara; la mayoría, en tal estado de ánimo, no pudo ver en aquel acto, acompañado del aplauso provocador de los conservadores y como preparado, no pudo ver, ni vio, el hecho aislado de la abstención de su Presidente, sino que vio la revelación de cuanto venía presintiendo; y la mayoría, con esta revelación y por ese acto tan imprudentemente aplaudido por el partido conservador, como si hubiera habido preparación y acuerdo para hacerlo, la mayoría, equivocadamente quizá, se creyó sorprendida, engañada y víctima de un inmenso abuso de confianza. (Sensación. -El Sr. Martos: El abuso sería el de S.S., que se lo calló). Ya diré a S.S. por qué lo callé. [43]



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